miércoles, 24 de noviembre de 2010

Mi ultimo otoño...


Y cuando llegó el otoño, me asomé a la ventana para saludarlo. Sentí la fría brisa que hace que las hojas de los árboles de mezan y caigan son suavidad. Las lágrimas de mis mejillas hacian que notara ese airecillo, que anunciaba que las heladas no estaban lejos. Una extraña sensación de soledad me sobrecogió y busqué en mis recuerdos los momentos cálidos en frente de la chimenea todos juntos. Jamás volverían.

Lo sabía desde hacia años, pero no queria terminar de creerlo. Los minutos se quedaron congelados en mi reloj, como si todo se hubiera detenido para mi. Soñé entonces con las cenas alrededor de la mesa, los largos paseos por el Soto, las tardes de verano en bicicleta, los chichones y rasguños en las rodillas, las nanas por la noche y los bailes en el salón con una bata como vestido de cola. En ese mismo instante otra lágrima traviesa hizo amago de asomar por mis ojos, pero un golpe de viento la asustó haciendo que toda mi piel se herizara por el frío.

El paisaje era hermoso, siempre he dicho que el otoño es mi época favorita. Las tonalidades entre amarillo, verde, ocre, rojo y naranja, las lluvias de hojas y las calles con ese aire frío que invita a usar pañuelo. Los primeros dias de colegio, de mochilas y lapiceros. El silencio en los parques, porque ya no hay niños. Los primeros charcos en los que saltar y ponerse de barro hasta la cintura.

Me di la vuelta y le dia la espalda a mi ventana y pude observar el pequeño estudio, algo desordenado, en el que pasaba mis últimos dias de vida. Por un momento me sentí triste, porque estaba sola, pero la ventana se abrió de golpe por el aire, haciendo volar todos mis papeles por todas partes. Una carcajada se escapó mientras intentaba cogerlos al vuelo. Me di cuenta en ese momento, de que aunque estuviera apunto de morir, aunque estuviera sola en ese momento, mi vida habia estado llena de cosas buenas, de amor, momentos inolvidables y una casa llena de gente. Fuí muy feliz.

Aquella noche no me acosté, estuve en mi sofá hasta que la televisión dejó de emitir. Mis ojos ya no volverían a abrirse jamás, no volvería a ver otro otoño, ni las hojas caer, no sentiría más ese aire frío anunciando las primeras heladas, ni las tonalidades de los árboles. Pero no volví a estar sola.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Breve historia de dos desconocidos














Se miraron a la cara y no se reconocían. Después de tantos años de relación, eran dos desconocidos el uno para el otro. Fruncieron los ceños y cambiaron de dirección las miradas.

No se quisieron dar cuenta de que aun sentian algo mutuamente, porque el rencor era más fuerte para ellos que la vida, la familia y el amor juntos.

Una vez se creyeron a salvo, recogieron sus bísceras del suelo y siguieron su camino. Aunque no eran capaces de acabar con todo de una vez, puesto que significaría no volver a verse jamás.

Los orgullos heridos pudieron más que los corazones rotos. Y una vez más no se dirigieron ni una palabra, deseando decir tantas cosas... Los te quieros que en una época ocupaban sus labios, ahora se pudren en el recuerdo y pobrocan daños donde antes creaban suspiros.




(Os lo dedico a vosotros.. que aunque no lo sepais, aun os quereis, pero estais condenados a vivir el uno sin el otro el resto de vuestras vidas, por culpa de vuestro orgullo herido).